Intramuros, Ciudad Colonial
De La Ciudad Colonial, Intramuros Y Ciudad Nueva
domingo, 26 de noviembre de 2017
tema acogida
RD debe enfrentar baja presión tributaria que limita su inversión
República Dominicana debe ampliar el número de personas que pagan impuestos y aumentar la presión tributaria, para que el Gobierno pueda hacer las inversiones que necesita para su desarrollo económico y social, afirmó la representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Flora Montealegre.
Indicó que el país ha venido sacrificando mucho la inversión pública por motivo de déficits y la situación de las finanzas públicas.
Abogó por aumentar los ingresos recaudando mejor, ampliando las bases, simplificando la forma de pagar impuestos, fortaleciendo la administración tributaria y reduciendo la evasión, así como también mejorando la eficiencia del gasto y su calidad.
Montealegre expuso que se requiere replantear una nueva fiscalidad, que sea una reforma integral que tome en cuenta diferentes aspectos.
Afirmó que estos cambios deben darse con o sin Pacto Fiscal, ya que son fundamentales. Pero expresó que el Pacto Fiscal está contenido en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo (END) porque se entendió como una forma democrática de hacerlo.
Montealegre dijo que la sostenibilidad fiscal es un reto muy importante que enfrenta el país. Resaltó que los países que logran avances en el bienestar social y hacer las inversiones que necesita la población, es porque tienen una presión tributaria en alrededor de 18 y 20%, mientras en República Dominicana es de un 14 por ciento.
Recordó que en 2012 el país tenía un déficit de casi 6.8% del PIB y esto llevó a una reforma fiscal que fue apoyada por el BID que permitió una de las reducciones más grandes de déficit en un Gobierno de América Latina.
Montealegre destacó que con esta reforma no se ha tenido el rendimiento anhelado en términos de aumento de los ingresos, justamente por las debilidades que han existido en la administración tributaria y la evasión en el pago de los impuestos.
Expresó que el BID apoya al Gobierno en el fortalecimiento de la administración tributaria para subir la presión recaudando mejor y no necesariamente aumentando los impuestos.
Indicó que en este año se aprobó US$50 millones para fortalecer la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) y al Ministerio de Hacienda en estos aspectos recaudatorios.
“Hay muchas formas de mejorar las finanzas públicas, una forma es claramente incrementar impuestos, pero eso se hizo en la reforma del 2013, donde se aumentaron varios impuestos, pero en estos momentos el Gobierno ha considerado que no es oportuno volver aumentar impuestos y creo que es algo que el sector empresarial ha dicho y lo que se trata es de aumentar los ingresos recaudando mejor”, dijo.
Sistema simple. Montealegre expuso que debe haber una simplificación del sistema tributario y agregó que lo mejor no es crear regímenes especiales para atender diferentes sectores de la población, como la micro, pequeña y mediana empresa u otros.
“Los gobiernos deben apuntar a tener regímenes lo más simplificado posible y tener impuestos lo más directo posible. Porque el impuestos indirecto puede afectar a un segmento de la población más que otro”, expresó.
Indicó que también es un tema delicado y que debe analizarse la propuesta que hacen algunos sectores empresariales de que se reduzcan las tasas impositivas, pues el país tiene una de las presiones tributarias más bajas de América Latina, solo por encima de Guatemala.
Modificar metodología de pactos. En otro orden, la representante del BID recomendó que se haga una revisión de la metodología de los pactos, ya que en el caso del Pacto Eléctrico esto creó retrasos porque fue muy confusa.
“Se debe desarrollar una metodología que permita ser mucho más eficiente la toma de decisiones y estar mucho más informado. Yo creo que eso requiere de un fortalecimiento del Consejo Económico y Social (CES), así como establecer quiénes son los participantes”, expresó.
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interesante acogida
Educación y constitucionalidad: Deberes y derechos ciudadanos
2de2
III.Deberesyderechosciudadanos
En la República Dominicana, educar y concienciar a los dominicanos para que sean garantes de sus deberes y derechos fundamentales es una prioridad. En ese sentido la reforma constitucional del 2010 divide los derechos fundamentales en tres generaciones, garantizados y tutelados en un estado social y democrático de derecho; estos deben ser conocidos por todos los dominicanos, a tal efecto la vía más efectiva es a través de los centros educativos, iniciando a partir de la primera infancia.
Nuestra Constitución es considerada como la más avanzada de Iberoamérica, esta es el fruto de un profundo proceso político y social, realizado mediante una consulta popular amplia, abierta y participativa a través del Consejo Económico y Social.
La promoción de los valores de la Constitución en el sistema educativo es de alto interés nacional, para empoderar a las presentes y futuras generaciones, siendo obligatoria la enseñanza de la Constitución en las escuelas en los niveles de educación primaria y secundaria.
En cuanto a los deberes y derechos constitucionales, la doctrina ha convenido en categorizar y jerarquizar los derechos fundamentales en derechos de primera, segunda y tercera generación, atendiendo a la importancia vital del bien jurídico a tutelar. Los derechos de primera generación se refieren a los derechos individuales, como el derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física, en términos generales son los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Están consagrados en los artículos del 37 al 49 de la Constitución.
Los derechos de segunda generación comprenden los derechos económicos, sociales, culturales y deportivos, dentro de estos destacamos el derecho a la salud, a la educación, a la seguridad social, de la familia y del consumo. Están descritos desde el artículo 50 hasta el 65. Incluyen el derecho a una mejor calidad de vida, al desarrollo, al progreso, a la convivencia pacífica, a la paz, a la autodeterminación, a la integridad territorial, a la defensa del ecosistema, a la explotación de los recursos, comprendiendo también el derecho a la protección de datos.
En tanto que los derechos de tercera generación aparecen en la Constitución bajo la denominación de derechos colectivos y de medio ambiente, incluyen como novedad los derechos difusos, llamados “derechos de interés público”. Son aquellos derechos indivisibles, de los cuales son titulares un grupo, categorías o clase de personas ligadas por circunstancias de hecho, o en virtud de la pretensión de goce por parte de cada una de ellas de una misma prerrogativa. Son “difusos” los derechos cuya violación afecta a un grupo humano en su totalidad, con carácter no excluyente, no conflictivo y no distributivo, como por ejemplo, el derecho a vivir en un medioambiente sano.
Son “colectivos” los derechos cuya violación afecta directamente a individuos de un determinado grupo humano, y por tanto ellos pueden reclamar sanción o reparación del daño causado. La Constitución los regula en los artículos 66 y 67.
La Constitución Dominicana garantiza la efectividad de los derechos fundamentales, a través de los mecanismos de tutela y protección, que ofrecen a la persona la posibilidad de obtener la satisfacción de sus derechos, frente a los sujetos obligados o deudores de los mismos. Los derechos fundamentales vinculan a todos los poderes públicos, los cuales deben garantizar su efectividad en los términos establecidos por la Constitución y por la ley.
La tutela es un derecho subjetivo o bien sea una facultad inherente a las personas para acudir por ante un órgano judicial, en procura de obtener la protección de sus derechos e intereses legítimos en un juicio con todas las garantías del debido proceso. Es un derecho subjetivo que se expresa frente al quebrantamiento de los derechos cuando se deniega el acceso a un tribunal para defender los intereses de la persona afectada. Es el derecho que tiene más ámbito subjetivo de protección, por consiguiente los ciudadanos hacen efectiva la tutela mediante los recursos de amparo, el hábeas data y el hábeas corpus. La tutela judicial se caracteriza por el conjunto de garantías que en el orden procesal conjuga en beneficio de los ciudadanos, es común a todos los juicios, siempre en aras de garantizar los derechos e intereses legítimos de las personas.
Por otra parte, podemos definir los derechos fundamentales como el conjunto de derechos subjetivos y garantías reconocidos como propios de las personas y que tienen como finalidad prioritaria garantizar la dignidad de la persona, la libertad, la igualdad, la participación política y social, el pluralismo o cualquier otro aspecto fundamental que afecte el desarrollo integral de la persona en una comunidad de personas libres.
Estos derechos no sólo vinculan a los poderes públicos que deben respetarlos y garantizar su ejercicio, estando su quebrantamiento protegido jurisdiccionalmente, sino que también constituyen el fundamento sustantivo del orden político y jurídico de la comunidad. Se definen además, como el conjunto de facultades y prerrogativas, pertenecientes o inherentes de manera natural a toda persona, y que el derecho público se encarga de imponer al Estado el respeto y la protección efectiva de conformidad con la Constitución, los tratados internacionales ratificados por el Congreso y las normas vigentes en el ordenamiento jurídico.
Conocer tus derechos fundamentales y cumplir tus deberes te convertirá en un mejor ciudadano, comprometido con el respeto a las normas y el bien hacer, para transformar la comunidad dominicana en una sociedad inclusiva, orientada al desarrollo humano colectivo y sostenible.
Lograr construir una República Dominicana que garantice un efectivo desarrollo humano sostenible e inclusivo, requiere concretar la visión país de la estrategia nacional de desarrollo 2030, cito “…un país próspero, donde las personas viven dignamente, apegadas a valores éticos y en el marco de una democracia participativa que garantiza el Estado social y democrático de derecho y promueve la equidad, la igualdad de oportunidades, la justicia social, que gestiona y aprovecha sus recursos para desarrollarse de forma innovadora, sostenible y territorialmente equilibrada e integrada y se inserta competitivamente en la economía global”. (9)
Hacer realidad esta visión no será un ideal de Platón ni una utopía de Tomás Moro, si los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil aúnan esfuerzos para superar los problemas estructurales que no hemos sido capaces de resolver en 173 años de vida republicana y de democracia entre comillas.
IV. Conclusión.
Propiciar en el educando el empoderamiento y apropiación de los conceptos del respeto a la Constitución, a las leyes, al cumplimiento de los deberes y a respetar los derechos de las personas, permitiría desarrollar en los estudiantes el valor de la solidaridad con la sociedad y en especial con los más débiles, de modo pues que se comprometan a aportar en la construcción de una sociedad más humana, inclusiva, segura, justa y equitativa, donde el Estado Social y Democrático de Derecho a que aspira la sociedad dominicana se consolide como un efectivo orden social y económico, satisfactorio para todos y garante de una convivencia pacífica.
Resulta impostergable desde el nivel básico hasta el superior fomentar en el educando un sentido de pertenencia e identidad nacional, que comprometa a los ciudadanos con el respeto a nuestro valores, y con una visión ética acerca de cuál es la sociedad que queremos para las presentes y futuras generaciones.
De la educación y la constitucionalidad debemos aprender a vivir de manera sostenible, si queremos proteger las maravillas de nuestro entorno natural y garantizar que no estemos consumiendo más de lo que nuestro planeta puede sostener. Debemos cambiar las formas en las que nos relacionamos los unos con los otros, a fin de que todos contribuyamos con prácticas sostenibles para proteger y conservar el medioambiente.
Hay que reconocer que la educación no es independiente de la sociedad. Más bien, las estructuras sociales existentes representadas por ejemplo en las divisiones sociales dentro de nuestras comunidades, y en la forma como se ejerce el poder tienen un impacto en la educación y en las transformaciones de nuestras comunidades para el futuro.
Ante el auge de los fenómenos anómicos que afectan la sociedad (violencia intrafamiliar, delincuencia juvenil, corrupción, inseguridad ciudadana) y el crecimiento de la apatía ciudadana, hay que centrar la esperanza en la educación cívica y la formación de nuevos ciudadanos, de ahí que el conocimiento y la comprensión de la constitución podrá convertirse en una excelente herramienta para concretar la visión país que pretendemos y formar ciudadanos responsables, conscientes y comprometidos con el bien hacer.
Para esto debemos definir cuál es la educación que necesitan los niños y niñas de hoy, para prepararlos de tal modo que contribuyan con la construcción de un mejor futuro para ellos y sus hijos y para vencer los problemas estructurales del país. El desarrollo humano en República Dominicana tiene grandes retos, podemos afirmar que el reto más importante se refiere a procurar una manera de vivir en armonía con su entorno natural, superarlo solo será posible a través de la educación orientada a desarrollar competencias y crear conciencia para cumplir con la estrategia nacional de desarrollo y con los 17 objetivos de desarrollo sostenible 2015-2030, a fin de proteger, preservar y conservar nuestro medio ambiente.
Bibliografía
1. Lasalle, Ferdinand, ¿Qué es una Constitución?, Editorial Ariel, Barcelona, 1976.
2. Ray G., Milton, Conferencia “La Constitución pedazo de papel o proyecto de nación” Santiago Rodríguez, R.D. 2017.
3. Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución
4. Carpizo, J. 1980. Estudios constitucionales, México.
5. Montesquieu, El Espíritu de las Leyes, Sarpe, Madrid, 1984.
6. Rousseau, El Contrato Social, Biblioteca Virtual Universal, 2003.
7. Constitución Política de la República Dominicana, año 2010.
8. Convención Americana de los Derechos Humanos, San José Costa Rica, 1969.
9. Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, R. D. l
domingo, 19 de noviembre de 2017
acogida
Acogida
Ecos de la ciudad extraviada (1)
Pedro Delgado Malagón
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21 octubre, 2017
Una ciudad se parece a un animal. Posee un sistema nervioso, una cabeza, unos hombros y unos pies. Cada ciudad difiere de todas las demás; no hay dos parecidas. Y una ciudad tiene emociones colectivas.
JOHN STEINBECK
Steinbeck tiene razón. La calle El Conde fue sistema nervioso y cabeza eficaz de aquella recóndita ciudad ya extinguida. Y era, al mismo tiempo, la espalda y la andadura urbana en unos años oscuros que, ahora, el recuerdo nos devuelve como misteriosamente gratos.
En una carta de Manolito Baquero (dirigida a Giovanni Ferrúa), el devoto parroquiano rehace la vida cotidiana en El Conde de los años 40. Al cabo del tiempo, Manolito deviene en mito dentro de aquel universo suspendido en la memoria de una travesía estrecha y amigable. Su fantasía la sostienen hoy, con entusiasmo, alumnos y colegas y espectros del ayer. Arquitecto, intelectual, gastrónomo y hombre libérrimo, Manolito Baquero ejerció la existencia con un donaire impar. Fue mi vecino en los años sesenta. La diferencia de edad no impidió entre nosotros una vasta dosis de camaradería. Amén del intercambio de libros, departíamos con frecuencia. Sentí su muerte como una cuchillada insolente.
Hace tiempo que no me asomo a la calle El Conde, ni deambulo por sus aceras arrugadas. Pero pronto iré, y será un atardecer y habrá llovido cuando encuentre a Manolito, que ahora se pasea junto a Tomasín, a Gilberto Hernández Ortega y a Pedro Peix en una ausente caminata inextinguible: acaso en el trayecto que nos devuelve a la eternidad de las sombras. Querido pariente:
Tu artículo sobre la heladería y, aun más, el ampliado a las actividades comerciales de la Calle El Conde durante los años cuarenta, ha logrado conmigo su propósito y ha acudido a mi mente un tropel de recuerdos. Pero antes de que empecemos a compartirlos, debo aclarar que aunque de cosecha anterior a la tuya tampoco soy “Coñac Napoleón”. Al Club Unión recuerdo haber ido una vez, muy niño, tieso dentro de una coraza de centurión romano que me hicieron Don Toño Bonilla y su ya difunta primera esposa, Doña Victoria Aybar Castellanos. Salí de allí llorando porque el premio se lo llevó Papito Pellerano, que iba muy emplumado con traje de principito francés. Luego, el Club Unión desaparece y lo sustituyen los que contaban con la gracia de Trujillo.
Sin ánimo entonces de censurar tus “lapsus”, permíteme completar tus evocaciones, y empiezo por la parte que más me atañe —el Edificio Baquero con la Ferretería de la planta baja. Su ascensor era motivo de admiración y yo adquiría aires de superioridad cada vez que entraba en él con la mayor naturalidad, para subir a nuestra casa, mientras los curiosos quedaban abajo boquiabiertos. La esquina Conde y Hostos la compartía Baquero con el Hollywood y se conocía como la esquina del Hollywood o la de Baquero. Pero al hablar de la Calle El Conde hay que dividirla en secciones, porque sus cualidades y las actividades que en ella se desarrollaban variaban. Primero, el sector desde el parquecito sobre el farallón del muelle, que no era más que un espacio sin construir y lleno de yerbas, hasta la esquina del Hollywood.
Segundo, la parte entre Hostos y Sánchez, la esquina de Copello, donde estaban situados los establecimientos mayores y más prósperos; y, por último, el trecho más humilde, desde allí al Baluarte, que por lo general se excluía del paseo que comenzaba en el parque.
En el primer trozo, añadiría a tus recuerdos la Dominican Motors, con Manolín Cabeza al frente, en la esquina Colón frente a Rentas Internas. Luego, en la esquina Isabel la Católica, la Ferretería Read y la papelería de MacFarlane, y frente al parque el pintoresco edificio de la farmacia Marrero y el estudio fotográfico de Barón Castillo y el Quisqueya, café de chinos y refugio de carabineros, frente al Ayuntamiento.
En la próxima cuadra, las joyerías que ya mencionaste, y frente a Baquero la Lotería, donde hoy está Ciro’s. Esto último no lo olvido porque nuestro pariente MonSaviñón no me dejaba dormir con sus animados sorteos, que empezaban muy tempranito los domingos, con el acompañamiento de una de las bandas de música de la ciudad. No hay que olvidar en este sector las célebres retretas de los domingos, donde la juventud aprovechaba la escasa oportunidad de intercambiar miradas o hasta de llevar a la muchacha del brazo. ¿Increíble, verdad?
En el próximo sector faltó, sobre todo, hablar de la Cafetera de Julián, el español, donde está hoy Julio Tonos, y sitio de reunión de refugiados españoles y judíos, y lugar al cual era indispensable acudir con regularidad de “habitué” para poder aspirar a pertenecer a la “intelligentsia”. El café era excelente y los “palermos” de sueño —y, además, fiaban.
Más adelante se te quedaron una pléyade de gente: Andrés Pérez, la librería Amengual, al lado, donde comprábamos los muñequitos “Billiken” y los “Para ti” de las viejas, “Carteles” y “Bohemia”, cuando la dejaba pasar la censura, cosa que ocurría muy raras veces. Al lado, Roquito Cappano y Eduardo el “turco”, ¿y cómo te pudiste olvidar de la boutique de Casa Pardo y su hermana Victoria? Recuerdo también el último cine de la calle, El Encanto, y ya después Santomé, frente a La Opinión, la lencería francesa de Doña Teté Ariza de Michelena. Pero, mi querido Giovanni, ninguno de estos “lapsus” tiene importancia si lo comparas con el que te llevó a olvidarte de la farmacia de Lolón Guerrero. Ese, sí, es grave. ¡Con Gloria hemos topado, Sancho!, como hubiera dicho Don Miguel el manco.
La mejor ilustración de cómo variaba el carácter de la calle al acercarse al Baluarte lo brinda el hecho de que la Casa Baquero tuviera una sucursal en la calle Espaillat, donde se encuentra hoy la Curacao. Muchos ingenieros, maestros de obras, plomeros y otros operarios se resistían a llegar a la parte “elegante” sin “cambiar de ropa”.
No mencionas la heladería Rainbow, o Arco Iris, que montó Nurys Pou de Sanlley cuando se trasladó Lolón, y que brindó por corto tiempo una alternativa al Mickey, y no tenemos que hablar de los veteranos como La Ópera, Cerame, González Ramos y la joyería Oliva, etc., pero que no se te olvide la librería nueva de “Chacho” Carías con su tropa de muchachos carpetosos. Recuerdo con nostalgia el estudio del maestro Gausachs, en un tercer piso sobre el “gift shop” frente al parque, y la carpeta que le dimos a “Mercés” Delmonte con su casa impregnada de la fragancia peculiar de ciento de gatos, o eran más bien millares.
Pero, Giovanni, de nada sirve recordar “El Conde” sin pensar en sus personajes: Negro Padilla, el cuidador del parque; Barajita y Corazones, dicharacheros y extravagantes; Don Paco Escribano, con su corro de muchachos, quien según mis amigos me llamó una vez “el Niño Jesús de 15 años”; Don Bebé García Gautier y Montebruno, con su arcaica elegancia “eduardiana”, quien por sí solo amerita, no un artículo, sino un libro para comentar sus excentricidades y sus múltiples virtudes ciudadanas. Cómo olvidar esos apodos tan descriptivos y muchas veces crueles que se le daban a nuestros viejos pintorescos: “Cocote de Polaina”, “las seis y cinco”, aquella pareja “Etiqueta Tropical”, “Cristóbal Colón” (¡zafa!) como llamábamos a aquel español tan parlanchín llamado (???).
Don José Sanz y Doña Teresita jamás faltaban a su mesa de La Cafetera, a tomar algo después del paseo o el cine. El viejo Mr. Percival, con su eterno jarro de cerveza y su pipa, tenía mesa reservada en El Morroquito. Chilo Peña Batlle armaba su tertulia en la puerta del Ateneo, que se instaló donde antes estaba el Club Unión y sus sucesores, para por último ceder la plaza al Club de la Juventud. De esa tertulia con Puro Benítez, Franklyn Mieses, etc., podría hablar largo rato Enriquillo Rojas Abreu, benjamín del grupo.
Cocó Peña, hermano menor de Chilo, se instalaba donde Roquito para que Puchito Peguero le “pusiera los libros al día” a él y a Mario Lluberes, Juanito Acevedo y aquel pilar de dignidad que era Marianito Heredia. Don Vicente Ortiz, armado de su letal bastón, parecía un obelisco erguido en la esquina del Rialto, desde donde vigilaba a sus nietos, los mellizos Leschorn, y de paso daba clases de piropeo a los jóvenes a quienes consideraba muy vulgares en sus requiebros, y amenazaba con su chispa andaluza y su estaca. Y a propósito de bastón, al doblar vivía Pedrito Contín, mordaz inmancable de la Cafetera.
Te he dado una super lata, Giovanni, hablando de la época cuando nuestro Santo Domingo viejo, estuprado por el cambio de nombre, no era más que una aldea grande donde no se podía murmurar (aunque mucho se hacía) porque todos éramos parientes. Hoy día hemos perdido esa intimidad, sin que por ello tengamos en compensación el relajante anonimato que ofrece la gran urbe. Ojalá algunos de tus lectores, un poco más añejos, te ofrecieran sus memorias de la época cuando en la esquina Duarte estaba Papá Félix Mejía, y en el solar de Baquero la Ferretería de Felipe Lebrón.
Pero no creas que soy de los que me conformo con el disfrute de mis recuerdos. Sueño también con un futuro brillante para El Conde de mañana, y que éste sea eje de la vida de nuevas generaciones. Quisiera que a los actuales empresarios los ilumine la visión de aquellos inmigrantes que en la década del 20 se lanzaron a la entonces quijotesca empresa de hacer ese Conde urbano y citadino: los López y los Ramos, de la Ópera; los Cerame; los Olalla, de La Gloria; los Diez, los Baquero.
Ellos tuvieron fe en el futuro de una ciudad y un país ajenos.
cos de la ciudad extraviada (2)
Pedro Delgado Malagón
| 28 octubre, 2017
El Conde esquina Duarte, años 40.
“De Santo Domingo más particularmente hablando, digo que cuanto a los edificios, ningún pueblo de España, tanto por tanto, aunque sea Barcelona, la cual yo he muy bien visto numerosas veces, le hace ventaja generalmente… el asiento mucho mejor que el de Barcelona, porque las calles son tanto y más llanas y mucho más anchas y sin comparación más derechas; porque como se ha fundado en nuestros tiempos… fue trazada con regla y compás y a una medida las calles todas, en lo cual tienen mucha ventaja a todas las poblaciones que he visto”.
GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO
(Sumario de la natural y general historia
de las Indias; 1526)
Trazaban las calles a ‘cordel’. Armaban cuadrículas como en una ciudad romana. El plano de Nicolás de Ovando traía la escala del manual militar: 2:3 como espacios de latitud:longitud en el solar habitado. Asomaba al Mundo Nuevo el apetito imperial de Isabel y Fernando.
El virrey Diego Colón y Perestrello arriba a Santo Domingo, como gobernador de la isla, en 1509. Viaja con su esposa María de Toledo, sobrina del duque de Alba y sobrina (segunda) del Rey Fernando. Un séquito numeroso los acompaña. El ambiente colonial será otro tras la llegada del primogénito de don Cristóbal.
Grandes nombres caminarán entonces la ciudad: “Villorios y Lebrones,/Argüeros y Verdecías y Bazanes./ Los Ávilas, los Vargas y blasones/ De Mendozas, Manriques y Guzmanes”.
Alrededor de 1550, Santo Domingo, con 3,500 habitantes, es la ciudad más poblada de las Antillas. “Hay un aire completo de pequeña capital”, dirá alguien. Justo cuando se aproxima aquel eclipse de 350 años.
El Conde es una de las calles más viejas de América. Fue construida durante la gobernación de Ovando (1502-1509). En su desabrigo ancestral, cambió muchas veces de nombre: calle Real, de la Carnicería, del Clavijo, Imperial, Navarijo, Separación, 27 de Febrero y (desde 1934) El Conde.
Apenas vivió la calle dos huidizas décadas florecientes: los 40 y los 50 del pasado siglo. Pero la capital se transforma a partir de 1961. Y el escenario propicio de los cambios será El Conde. Las reuniones y los alborotos alejan (y, poco a poco, reemplazan) las familias. Se aparta asimismo la clientela de bares, tiendas, cafeterías y cines.
El Conde, que fuera alma y cuerpo y andanza de la ciudad extraviada, hoy sólo existe como aturdimiento de melancolía. Acaso en la vana sacralidad de un presuntuoso déjà-vu.
He tratado pocas personas con la memoria y la organización mental de Hans Paul Wiese Delgado. Él escribió un best-seller de casi 700 páginas, con tres ediciones: ‘Trujillo: amado por muchos, odiado por otros, temido por todos’.
Hans (fallecido en el 2001) conoció la carta de Manolito Baquero acerca de la vida en El Conde en los años 40 y 50. Días después de leer aquella misiva, Hans me envía un recuento en el que amplía las evocaciones de Manolito. Con claridad aterradora, de igual forma, él esboza una milimétrica cartografía de El Conde y sus vecindades. Era el punto en que conatos de prosperidad avivaban farolas en el añoso sendero ennoblecido, casi tres siglos atrás, por el arrojo de don Bernardino de Meneses y Bracamonte.
Para júbilo de nostálgicos y de historiadores, he aquí la suntuosa descripción de Hans Paul Wiese Delgado.
Apreciado amigo
He leído con sumo deleite la carta de Manolito Baquero a Giovanni Ferrúa. En adición a esas notas tan bien descritas por Manolito, deseo permitirme agregar algunas informaciones que atesoro dentro de las células vivas de mi cerebro. Me temo que las mismas carezcan de la gracia y el fino humor con que él escribía.
Yo fui amigo de Manolito hace ya muchos años. Nos conocimos el 1ro. de diciembre del año 1946 cuando ambos trabajábamos en la Esso Standard Oil, cuyas oficinas principales estaban ubicadas en la calle Mercedes esquina 16 de Agosto y Pina. En los bajos estaba la bomba de gasolina de Don Luis AmiamaTió. Manolito trabajaba en el departamento de Ingeniería y Arquitectura. El jefe del departamento era el Ingeniero Arquitecto Alton B. Schultz, el subjefe era el Ingeniero Andrés Freites Barreras y Manolito era el Arquitecto. Jovial y alegre, cumplidor y trabajador, estaba siempre en su trabajo a las 8:00 a.m. Frecuentemente viajaba a Haití, Jamaica, Bahamas y Bermudas a supervisar los trabajos en las distintas divisiones, todas las cuales estaban bajo la dirección de la Oficina Principal de Ciudad Trujillo (en esos años). Su directivo principal era Richard C. Horne, quien acompañado de Robert Motion, Gerente de Operaciones, de WilfredWestgardSill, Gerente de Ventas, dirigían todos los negocios de los cinco países indicados.
Yo salía una noche, después de estudiar largas horas en la Biblioteca Escolar Pública localizada en esos años 40 en la Calle Padre Billini esquina Santomé, y dirigía mis pasos hacia la Calle El Conde. Después de pasar por el frente del Hospital Padre Billini, de la casa del Dr. Manuel E. Perdomo, de la de Don Humberto Landolfi y de la familia Perrota, al llegar a la Calle El Conde esquina Santomé me detuve al escuchar que la sirena del Listín Diario daba dos largos sirenazos. El Listín Diario estaba localizado en la Isabel La Católica esquina Pellerano Alfau, que hoy es un paseo del Palacio del Arzobispado (donde vive el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez), a la Puerta de la Fortaleza Ozama. En esos años que recuerdo, tres sirenazos significaban noticia internacional, dos significaban noticia del país. Muchos sirenazos indicaban fuego. Entonces había una pizarrita de unos 4×6 pies en la que con tiza blanca daban las noticias. Esa pizarrita estaba en la pared que daba hacia la Isabel La Católica. Fueron muchas las noticias que leímos en esa pizarrita, durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellas recuerdo la ocupación de París por los alemanes, los bombardeos de Londres, el hundimiento del Buque Insignia de la Gran Bretaña, el “Hood”, así como el hundimiento del Acorazado alemán “Bismark”, la ocupación de Polonia, Dinamarca, Noruega, la guerra en los Balcanes y en el Norte de África. El General Rommel de Alemania (el Zorro del Desierto) y el General Montgomery de Inglaterra frente a frente…
Al escuchar los dos sirenazos encaminé mis pasos hacia el Listín Diario y allí decía la pizarra: “Acaba de fallecer en esta ciudad el eminente hombre público Don Jacinto B. Peynado, Honorable Señor Presidente de la República, tras sufrir penosa enfermedad”.
Al leer la noticia y enterarme del fallecimiento de Don Mozo (así le llamaban) sentí gran tristeza, pues era muy amigo de mi padre, quien muchas veces le acompañó en las tertulias literarias y sobre temas musicales que Don Mozo sostenía con sus amigos debajo de un frondoso árbol en el Parque Colón.
El árbol estaba en la esquina que formaba entonces la Arzobispo Meriño y la callecita de una cuadra Juan Barón (hoy no existe), que corría de la Arzobispo Meriño a la Isabel La Católica justo junto a la puerta de la Catedral que da hacia el Norte. Al enterarme de la infausta nueva, encaminé mis pasos hacia mi casa a informarle a mi padre el doloroso acontecimiento, que recuerdo lo afectó muchísimo.
Volviendo a la carta de Manolito Baquero, muy interesante, y la cual me han hecho despertar dormidos recuerdos que guardaba en el baúl de mis neuronas, decidí hacerte ésta, ampliando las valiosas informaciones de Manolito, sobre cómo era El Conde en la década del 40.
Comenzando El Conde por la esquina del Baluarte 27 de Febrero, Cuna de nuestra Independencia, marchando de Oeste a Este, paso a decirte lo que recuerdo de hace más de sesenta años. En la esquina El Conde con Palo Hincado estaba la Barbería Marión y al frente el Restaurante 1 y 5 de la Familia Paliza, donde una tacita de café costaba 5 centavos y una de café con leche (medio pollo) también 5 centavos.
Prosiguiendo hacia el Este, estaban en la acera norte de El Conde la Farmacia de Don Humberto Gómez, quien por muchos años fue Director de Deportes y en cuya farmacia se reunían todas las noches casi todos los deportistas de la época: Don Luis Alfau, Rafael David Henríquez, Cuchito Álvarez, Enrique Lantigua, Tirso Valdez, Luis Ernesto Rodríguez (Burrulote) y muchos más. Más hacia el Este, pero en la misma cuadra, estaba la Farmacia de Don Alfredo Rodríguez Oca, con muchos potes de porcelana que indicaban su contenido y unos bellos frascos de aguas de distintos colores. Pasos más adelante estaba un establecimiento donde vendían las corbatas Milito-Sello de Oro y los trajes “apéame uno”, los cuales no eran hechos a la medida, sino que eran fabricados en serie y los parroquianos, sin medírselos, le decían al vendedor: “apéame uno”, pues los tenían colgados en ganchos casi al nivel del techo… Al lado, en la esquina Espaillat, estaba la entonces famosa Sastrería Cheij de una familia de libaneses, quienes vivían en la Avenida Bolívar esquina Mariano Cestero. Su hija se llamaba FaduaCheij y su hermano se graduó de médico y marchó a los Estados Unidos. Al frente de la Sastrería Cheij estaba la Curacao Trading Co., compañía holandesa que en esos años traía al país los radios Philco. (sigue).
Ecos de la ciudad extraviada (3)
Pedro Delgado Malagón
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4 noviembre, 2017
Imágenes de la calle El Conde en los 40.
En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales, y el acento de las voces, e incluso las facciones; pero los dioses que habitan bajo los nombres y en los lugares se han ido sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros.
ITALO CALVINO
(Las ciudades invisibles)
La estricta memoria teutónica de Hans Wiese anda de paseo por la calle El Conde en los años 40. De su recuerdo saltan edificios y esquinas, hablillas y un rastro de andariegos en aquella trocha de más de cuatro siglos construida por frey Nicolás de Ovando.
Soplos de vivísima intrahistoria circulan entre las imágenes habladas de Hans. Acaso una suerte de viñetas (anchas, latentes, fehacientes) ligadas al tiempo en que, de la mano, anidaban aquí el candor y los rastros de una taciturna esperanza. Sus coloquiales aguafuertes de la calle condal atrapan, asimismo, los rumores, el espíritu y las emociones colectivas en la hora de aquella eternidad ya desmantelada.
A todos nos parecerá ilustrativo, estimulante, sin duda, el husmear y descubrir los pormenores de la vida en la capital 70 años atrás. Si a la tarea, en tal caso, se suman dos testigos de excepción (Manolito Baquero y Hans Wiese), seremos dueños de un indecible privilegio.
Hans camina ahora hacia el oriente, hacia el Ozama… Sigan, por favor, la ruta de este soberbio cicerone…
Caminando hacia el Este, entre Espaillat y Santomé estaba la Casa Gerardino, famoso establecimiento de efectos eléctricos del comerciante puertorriqueño Federico Gerardino, quien vivía donde está hoy ubicado el local principal del Partido de la Liberación Dominicana.
Imágenes de la calle El Conde en los 40.
Caminando El Conde siempre de Oeste a Este, encontrábamos entre Santomé y Sánchez la tienda de Cusa Pardo y al frente los Helados Sanlley, los mejores de la época en toda la capital, los cuales fabricaban en garrafas-sorbeteras, que dentro tenían hielo y sal en granos para bajar la temperatura a varios grados bajo cero y hacer así los helados. El establecimiento tenía en ese entonces unas cinco o seis mesitas con sillas vienesas muy hermosas y cómodas. Ese establecimiento y otras casas más colindantes fueron destruidas para fabricar el moderno edificio Copello.
Al frente estaba la Farmacia La Legalidad en cuya puerta, de tarde, siempre estaban los mellizos Hernández-Santana, quienes vestidos exactamente iguales confundían a cualquiera pues no se podía saber cuál era uno y cuál el otro. Años después del 40 marcharon al exilio hacia Puerto Rico, donde tuve oportunidad de saludarlos de nuevo el 20 de enero de 1955, cuando en el famoso restaurante “La Mallorquina”, en San Juan de Puerto Rico, almorzaba con don Henry William Gronau (don Jaime) y con don Carlos E. Chardón, (primer Rector de la Universidad de Río Piedras), quienes me los presentaron sin saber que desde hacía años yo los conocía.
Prosiguiendo por El Conde de esos años hacia el Este, se encontraban en la esquina Sánchez el Colmado Munné, luego llamado Colmado Elah. Su dueño, español, casó con la exquisita dama dominicana Sra. Francia Gautreaux con quien procreó bella familia. Al frente estaba la tienda de fantasías de las Supúlveda. Más hacia el Este, estaban el periódico “La Opinión” de René de Lepervanche, quien tenía un magnífico staff de redactores, en esos años donde una sola mano de hierro con su índice extendido marcaba el camino a seguir. Entre esos reporteros del periódico La Opinión, recuerdo al brillante redactor de asuntos sociales en esos difíciles años, don Fernando Amiama Tió. Igualmente recuerdo a un señor llamado Franzuá, quien nos entregaba el periódico vespertino. Era un gran entretenimiento para los jóvenes como yo ver desde la acera las grandes rotativas imprimiendo el periódico, así como ver los linotipistas fabricando en plomo los tipos y cuadrándolos en lo que serían las planas del periódico.
Después de La Opinión, y en la misma acera, estaba la Librería de don Francisco Carías y doña Nelly Dominici de Carías, progenitores de una larga familia de profesionales. En la esquina José Reyes, la familia de don Fello Esteva construyó un bellísimo edificio donde después estuvo la Lotería Nacional de don Mon Saviñón Lluberes.
Después de cruzar la José Reyes, y siguiendo siempre de Oeste a Este, estaba la Casa Palamara, tienda de los mejores tejidos de telas para caballeros. Dichos tejidos procedían de Italia, Inglaterra e Irlanda. Allí adquiríamos el tergal inglés, el dril blanco presidente y los más finos casimires. Al frente estaba la oficina de la Compañía Eléctrica de Santo Domingo, donde un señor Calero era su Jefe. Después estaba la tienda de zapatos La Gloria y en los altos vivía la familia Olalla. Luego de la Casa Palamara, en la misma acera había otra librería cuyo nombre no recuerdo, y en la esquina 19 de Marzo una famosa tienda de antigüedades de don Andrés Pérez.
Al frente de la tienda de Andrés Pérez fue construido, en los años anteriores al 30, el Edificio Cerame donde estaba la famosa Casa Cerame, hoy Flomar, donde su principal ejecutivo, Sr. Madrid, hacía galas de finura y atenciones a su numerosa clientela. Al lado de la Casa Cerame, bajando la 19 de Marzo vivían la Srta. Consuelo Nivar-Ramírez, eximia educadora, y su hermana Luisa Nivar de Simpson, y al lado de ellas las Tejera. Hacia la esquina vivían las Lebrón, frente a la hoy tienda el Siglo XX de Raulito Navarro.
Cruzando la 19 de Marzo, estaba en la esquina norte la Farmacia del Dr. Juan Cohén, donde además de los productos farmacéuticos vendían en esos años unos deliciosos pastelitos-morroquitos. Al lado estaba una casa de dos pisos, en cuyos altos tenía su consultorio el famoso otorrinolaringólogo don Emilio Rodríguez Oca, padre del muy brillante profesional de ingeniería Arístides Rodríguez Derrién. Más hacia el Este estaba el famoso establecimiento La Cafetera de don Benito Paliza. La Cafetera era el lugar obligado de reunión de intelectuales, pintores, literatos e izquierdistas. Allí se veía en esos años pretéritos a Franklin Mieses Burgos, Antonio Fernández Spencer, Pedro René Contín Aybar y muchos más. En los años subsiguientes eran consuetudinarios contertulios Víctor Villegas, Lupo Hernández Rueda, Fefé Valera Benítez, Ciriaco Landolfi y muchos otros destacados intelectuales. Al frente de La Cafetera estuvo años más tarde del 40 la famosa Joyería Prota, propiedad del muy conocido y bien reputado don Pascual Prota, y la farmacia de Lolón Guerrero. En la otra acera, frente a la Farmacia del Dr. Juan Cohén, estaba el muy acreditado Restaurant El Ariete, muy conocido por la calidad de sus comidas y las frías cervezas que allí servían. Eran asiduos “tomadores de cerveza” los hermanos Pirín y Buchuno García. Uno de los mozos que trabajaba allí era Monchín, quien muchos años después, en las décadas del 60,70 y 80, trabajaba en la Barra Payán de la 30 de Marzo.
Al lado de El Ariete estaba la Casa Bayer, firma importadora de productos medicinales de la famosa firma alemana de Leverkusen, Alemania y de la cual era mi padre su Gerente General en la década del 30 al 40. Al lado de la Bayer, estaba la farmacia San Antonio del Lic. René Rodríguez Oca, padre el Ing. Eduardo Rodríguez Shack, de Isabel y Millín Rodríguez Shack. Al lado de la Farmacia San Antonio estaba entonces la Barbería Cibao-España Esmero. Su propietario era un señor llamado Don Pedro. Allí conocí al entonces militar del Ejército Nacional Máximo Bonetti Burgos, de importante actuación en los días de la expedición del 14 de junio del 59.
Ecos de la ciudad extraviada (y 4)
Pedro Delgado Malagón
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11 noviembre, 2017
El hombre se encuentra en la siguiente situación paradójica: crea vehículos capaces de desplazarse a mayores velocidades, pero él se encuentra cada vez más alejado del centro urbano. Cuanto más rápidos son dichos vehículos, más tiempo le cuesta al hombre desplazarse al centro ciudadano. El simple hecho de que hoy atravesemos las grandes zonas metropolitanas a una velocidad media de quince kilómetros por hora en automóvil, o sea, a la misma a que se hacía a principios de siglo utilizando caballos y carruajes, demuestra lo irracional de los sistemas que estamos desarrollando.
CONSTANTINOS A. DOXIADIS
(La ciudad mundial que se avecina: Ecumenópolis; 1985)
La marcha de Hans hacia el este, en pos del Ozama, es un trayecto hacia la nada. El río, otrora fuente nutricia de la ciudad etérea, deviene hoy en su infecta sepultura. Hans camina hacia el oriente, en dirección opuesta a la carrera del sol. El Ozama fluye en la oscuridad de un triste cauce envejecido. No existen ya la ciudad ni la calle El Conde que Manolito Baquero y Hans Wiese contaran en estas páginas. Toda reminiscencia será un
Oficio de difuntos. Kyrie eleison.
Cruzando la calle Duarte, siguiendo siempre hacia el Este, estaba la muy famosa tienda de tejidos La Ópera, de la familia Ramos. Sus descendientes, Tirsín, Maritere y demás hermanos, prosiguieron el negocio de sus consagrados padres. Al lado de La Ópera estaba la tienda de calzados La Favorita, en el primer piso del Edificio Diez. Los demás pisos estaban ocupados por oficinas de abogados, consultorios dentales, y en los pisos superiores vivía la familia Diez, dueños del edificio. Entre ellos recuerdo a dos bellas hermanas, una de las cuales casó con el Dr. Juan Gassó de La Vega y quienes son los padres de Maribel Gassó y Diez.
Al lado del Edificio Diez estaba una vieja casona de dos pisos. En los altos estuvo el Club Unión, desmantelado por Trujillo cuando le dieron “bola negra” al solicitar su entrada para ser miembro de dicho club, siendo ya Brigadier General. A consecuencia de ésto, posteriormente fue asesinado Don Nino Gómez, Presidente del Club. El hecho de sangre ocurrió en la calle Mercedes esquina Duarte, en la casa del correcto ciudadano alemán John Abbes, abuelo del temido jefe del SIM en los años 58, 59, 60 y 61.
Debajo del Club Unión estaba el Restaurante El Hollywood. Era su propietario Don Quico Pou. Ese establecimiento fue famoso por su “cocina gourmet” y por su fría cerveza alemana en barricas. Frente al Club Unión, en El Conde esquina Hostos, estaba el Edificio Baquero. En la primera planta estaba la Ferretería Baquero, el primer local comercial que utilizó el sistema de enviar desde cualquier departamento hacia la caja, las facturas y el valor en efectivo de las mismas. El dinero y los comprobantes iban por el aire por unos alambres con unos carritos que los llevaba hasta la caja, donde el cliente esperaba su vuelto y su facturita.
El Edificio Baquero y el Edificio Diez fueron los primeros del país en tener ascensores eléctricos, lo cual era una novedad en esos pretéritos años. Entre el Edificio Baquero y la Ferretería Morey estaba la Joyería Oliva, del caballero don José Oliva, quien fue el primer Jefe del Cuerpo de Bomberos de la ciudad capital. Sus hijos eran José (Olivita), Coronel del E. N., Silverio y Víctor. Silverio estuvo al frente de la Joyería Oliva por muchos años. Además de relojes y joyas, fue el primer establecimiento comercial con patente para vender escopetas, revólveres y pistolas, así como cartuchos y municiones. Recuerdo a los entrañables amigos Bocico Bonetti y Luis Amiama Tio, cazadores, consuetudinarios clientes de ese establecimiento.
Siguiendo hacia el Este, por la acera norte de la calle El Conde, estaba en la esquina Hostos una tienda llamada Santo Domingo Elegante. Al lado vivía don Jacinto B. Peynado y doña Cusa, los padres de Enrique Peynado Soler, quienes más tarde se mudaron a la Avenida Pasteur esquina Casimiro de Moya. Después había una casa de tres pisos donde vivían el Sr. Armando Ortiz con su familia. Don Armando, gran munícipe banilejo, fue Síndico de la capital por muchos años e inspeccionaba todos los barrios a caballo en esas épocas pasadas, leyendo desde el lomo del mismo las proclamas que hacía la Sala Capitular. Años después fueron designados por Trujillo los Síndicos de la capital con el título de Presidentes del Consejo Administrativo del Distrito Nacional y recuerdo entre ellos a Don Virgilio Álvarez Pina, Modesto Díaz Quezada, Luis Amiama Tió y Tomás Báez Díaz.
Después de la casa de don Armando Ortiz estaban la vieja Joyería Di Carlo y la vieja Joyería Prota que quedaban frente al Ayuntamiento del Distrito, que estaba en el Palacio Consistorial con su famoso Reloj Público. Recuerdo que en 1941, cuando comenzó la campaña electoral para 1942-1947, Don Pascual Prota puso un cruza-calles que iba de los altos de su prestigiosa joyería al Palacio del Ayuntamiento, que decía: “Seguiré a caballo”, aquellas famosas palabras que les dijo Trujillo a los que fueron a visitarle a la Hacienda Fundación, a rogarle que aceptara ser postulado de nuevo a la Presidencia de la República, desde donde había estado alejado de 1938 a 1942. Trujillo distinguía mucho al correcto comerciante y joyero don Pascual Prota, padre de Demetrio y en honor a quien lleva el nombre el famoso Restaurant gourmet “Demetrio”.
Bajando la Arzobispo Meriño estaban frente a la Catedral el Teatro Capitolio y el Hotel Fausto, propiedad del señor Wilfredo Benítez. En El Conde, frente al Parque Colón, estaba en la esquina Arzobispo Meriño un Restaurant Chino y al lado del mismo en la Arzobispo Meriño otro bar restaurant llamado “El Gato Negro”. También estaba frente al Parque Colón la farmacia de Don Juan Marrero, el Colmado Asturias y el Hotel Colón.
En la esquina Isabel La Católica estaba la Imprenta y Papelería McFarlane. Allí su propietario, acompañado de sus hijos Elena, Jimmy y Hugo servían a sus clientes con los mejores trabajos de imprenta, encuadernaciones, sellos gomígrafos, etc. Al lado de la imprenta, en el Palacio de Borgellá, estaba el Senado de la República y al lado del mismo la Cámara de Diputados. En el Palacio de Borgellá se juramentó el entonces General Rafael Leonidas Trujillo Molina, el 16 de agosto de 1930, como Presidente de la República, quien subió al Senado por una larga alfombra roja que iba desde el Parque Colón hasta la entrada del recinto Senatorial cruzando la Calle Isabel La Católica. En la otra esquina, frente a la Imprenta McFarlane estaba la Ferretería Read, propiedad de don Francisco Martínez Alba (Don Paquito). Prosiguiendo hacia el Este, en la cuadra entre La Isabel La Católica y la Calle Colón (hoy Las Damas), estaba la Dirección General de Rentas Internas. Frente a la misma, el salón de exhibición de la Dominican Motors Company, empresa del Sr. Francisco Martínez Alba, cuyo Administrador General era don Manolín Alfaro. Al otro lado de la calle estaba el depósito de cadáveres de la Universidad de Santo Domingo, donde bajo las enseñanzas del Dr. Heriberto Pieter, el Dr. Benzo, el Dr. Nicolás Pichardo y el Dr. Capellán tenían los estudiantes de medicina sus prácticas de disección. Cuando la universidad fue trasladada al sitio donde se encuentra actualmente, el recinto fue ocupado por el Instituto Cartográfico Militar. Al frente estaba el Periódico El Caribe, en la calle El Conde #1.
Con la seguridad de que estas informaciones sobre cómo recuerdo era la configuración de la calle El Conde en esos años pretéritos, serán de su gran interés, me despido con los sentimientos de mi más sincera admiración por sus esfuerzos por rescatar del olvido lugares y personas donde disfrutamos tanto los felices años de la adolescencia.
sábado, 30 de septiembre de 2017
lunes, 27 de marzo de 2017
domingo, 8 de enero de 2017
viernes, 23 de diciembre de 2016
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